Contexto
Los ‘World Fantasy Award,’ o Premios Mundiales de Fantasía, se
conceden anualmente a los mejores libros de género. Son organizados por la ‘World Fantasy Convention’, la Convención
Mundial de Fantasía, siendo su entrega uno de los puntos álgidos de la Convención. Comenzaron en 1975 y han sido anuales desde entonces. Junto a los premios Hugo y Nébula, son uno de los más prestigiosos del sector.
Nominados y ganadores son elegidos por los
asistentes a la Convención y un jurado, formado tradicionalmente por autores
del género y elegido por la Administración. En caso de empate, es esta misma
administración quien lo rompe.
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Foto del GR de Martha |
Martha Wells
Martha Wells es una escritora de fantasia y ciencia ficción estadounidense.
Comenzó su carrera literaria en 1993 y desde entonces ha publicado varias
novelas de fantasía, YA, numerosas historias cortas y ensayos de no ficción
sobre temas relacionados con la fantasía y ciencia ficción. Sus novelas han
sido traducidas a ocho idiomas, aunque solo encontramos dos en español: ‘el Fuego elemental’ de 2006 y ‘La muerte del Nigromante’ de 2005. Primera y segunda
parte, respectivamente, de la saga Ile-Rien, ambas publicadas por Bibliópolis
Martha fue la “Toastmaster” de este año. Es decir, ella inauguró la ceremonia de entrega de premios con un discurso que he podido leer en el inglés original en la web de tor.com y que me ha impresionado tanto, que decidí
escribir a la autora para poder traducirlo y compartirlo con vosotros.
"Desenterrar el futuro"
«La convención define “historias secretas” como cuentos que
descubren una historia alternativa de nuestro mundo con la ayuda de los recursos
literarios de la fantasía. Como si fueran historias alternativas o cuentos
secretos de lo oculto.
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Fuente: jlbgibberish |
Una historia secreta también puede hacer referencia a una
historia perdida, algo escrito en un idioma que se perdió junto al último
hablante nativo del mismo. Puede hacer referencia a algo inaccesible, escrito
en un medio demasiado frágil para ser conservado. Como es el caso de las historias
de ciencia ficción y fantasía publicadas en los periódicos estadounidenses
hacia el final de 1800. Conocemos algunas de esas autoras como Aurelia Hadley Mohl
y Mollie Moore Davies pero, ¿cuántas más había? Esas historias son la prueba de
que siempre ha habido alguien, pero el papel en que fueron impresas ahora no es
más que polvo.
Puedes que sepamos que C. L. Moore escribió para ‘Weird
Tales’, pero yo crecí pensando que era la única, que una escritora de fantasía
en esa época era como un unicornio, solo podía haber una, y que además escribía
para una audiencia únicamente masculina. Pero había muchas otras mujeres, unas
cien solamente en ‘Weird Tales’, y muchas de ellas, como Allison V. Harding y
Mary Elizabeth Counselman, no se molestaban en camuflar su identidad con
iniciales.
En ‘Weird Tales’ había poetisas, una mujer editora que era Dorothy McIlwraith, o lectoras cuyas cartas se imprimían en la revista. Había mujeres,
muchísimas, que escribían para otros medios más sensacionalistas, como la
recién creada por entonces ‘Dime Novels’. Incluso Pauline Hopkins, una autora
Afroamericana, cuya novela fantástica de aventuras fue publicada en una revista
en 1903.
Estas mujeres estaban ahí, existieron. Todo el mundo lo
sabía hasta que, por alguna razón, se dejó de saber. Sabemos que había
escritores pertenecientes al colectivo LGBT y no binarios también,
pero sus identidades han sido escondidas por el tiempo y la protección anónima de
los pseudónimos.
Los secretos tratan sobre la eliminación, y muchas veces la
historia es suprimida por la violencia, difuminada por la apropiación cultural,
incluso destruida o alterada a propósito por la colonización en una sutil forma
de abuso psicológico cultural. La Wikipedia define “historia secreta” como una segunda
interpretación basada en hechos y pruebas, de historias tanto reales como
ficticias, que fueron inicialmente eliminadas, olvidadas o ignoradas de forma
deliberada por los estudiosos de la época.
Esto es lo que pienso cuando escucho las palabras “historia
secreta”. Historias que se han mantenido en secreto adrede e historias que se
permitió que se perdieran en el silencio.
Por ejemplo, cuando en
1974 Andre Norton descubrió que el editor que trabajaba en su novela infantil, “Lavender
Green Magic”, había cambiado el color de piel de sus tres protagonistas de negro
a blanco. O en 1947, cuando el escritor y editor Afroamericano Orrin C.
Evans no fue capaz de publicar más números de “All-Negro Comics” porque,
misteriosamente, no encontró a nadie que le vendiera el papel para imprimirlos.
Este tipo de ocultación sigue vivo hoy en día y podemos verlo cuando la película sobre los Disturbios de Stonewall muestra la resistencia contra los ataques policiales a través del punto de vista de jóvenes blancos e ignora a Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. O cuando la protagonista de “Ghost in the Shell” es una actriz blanca en vez de japonesa.
A veces, cuando se las
recuerda, sus contribuciones son minimizadas. Como cuando un pie de foto nombra
a la bacterióloga Dr. Ruby Hirose una “chica científica japonesa” o cuando se
etiqueta a Bertha Pallan, una de las primeras mujeres arqueólogas nativa americana, como una “secretaria de la expedición”. Como cierta publicación en Tumblr que, una
y otra vez, identifica a Marie Curie como una “asistente de laboratorio
femenina”. Todo el mundo puede desaparecer.
En los primeros años de
Hollywood las escritoras, directoras y productoras eran eliminadas de forma
deliberada de la historia del cine. Un cincuenta por ciento de las películas
entre 1911 y 1928 fueron escritas por mujeres. En los años cuarenta, había
algunas mujeres en la Metro Goldwyn Mayer, pero en sus guiones no aparecían sus
nombres, se las conminaba a ocultar en lo que estaban trabajando y a no
corregir a las personas que daban por sentado que eran las secretarias.
Con la aparición de
Internet esto, en teoría, no debería volver a suceder. Pero hay un eco de
estos sucesos cada vez que alguien escribe en Reddit “las mujeres sencillamente
no escriben fantasía épica.”
Haces tu trabajo y tratas
de olvidar el hecho de que hay personas que desearían que no existieras. Pero
hay muchos medios de supresión mucho más efectivos que el desearlo.
Norton con su Premio Mundial de Fantasía Fuente: Traveler |
O todos los
tebeos afectados por la represión de la Autoridad del Código de Cómics en 1954, que pretendió purgar del medio ya fuera a personas de color o mujeres iracundas y violentas, independientemente de si
eran héroes o villanos, o cualquier tema que fuese un desafío a lo establecido. Por ejemplo la editorial “Entertaining Comics”, que fue objeto de
acoso y terminó quebrando al negarse a cambiar en una historia el color de piel
de un astronauta de negro a blanco.
Hay ecos de esa
supresión cuando DC prohíbe un hilo argumental donde Batwoman le pide matrimonio a su
novia. Y de nuevo cuando Marvel publica un hilo argumental que nos hace creer que Capitán América es nazi. Cuando se supone que tenemos que olvidar que
su co-creador, Jack Kirby, era judío, que fue soldado en la Segunda Guerra
Mundial, que descubrió un campo de concentración y que fue amenazado personalmente
por tres nazis en las oficinas de Marvel en Nueva York por haber creado un
personaje para darle un puñetazo a Hitler. (A lo mejor a los nazis les
gustaría olvidar que, cuando Kirby corrió escaleras abajo para enfrentase a
ellos, huyeron.)
Desde la invención del cine, ha habido un gran nivel de supresión activa. Por lo menos, una
guionista y directora blanca como Frances Marjon pudo ganar dos Óscar antes de
desvanecerse de los anales de la historia, pero ese no fue el caso de su
contemporáneo Oscar Micheaux. Un afroamericano que trabajó como encargado del
equipaje en una compañía ferroviaria antes de guionizar, dirigir y producir por
lo menos cuarenta películas en la industria del cine de personas de color, la
cual estaba completamente separada del Hollywood de los blancos.
Fuente: AmericanPopularCulture |
Este tipo de ocultación sigue vivo hoy en día y podemos verlo cuando la película sobre los Disturbios de Stonewall muestra la resistencia contra los ataques policiales a través del punto de vista de jóvenes blancos e ignora a Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera. O cuando la protagonista de “Ghost in the Shell” es una actriz blanca en vez de japonesa.
Hemos olvidado a Sessue Hayakawa, un actor japonés que fue una de las mayores estrellas de la historia del
cine mudo en Hollywood. Fue popularmente conocido como un rompecorazones de belleza
melancólica.
A veces la historia no es ocultada, sencillamente se pierde por el camino. Las personas que la
vivieron nunca esperaron que se olvidase, nunca imaginaron la posibilidad de que
esa realidad se disolviera bajo el peso de la ignorancia y la incredulidad.
“Figuras Ocultas” de
Margot Lee Shetterly desenterró la historia de las mujeres afroamericanas en
los primeros años de la NASA: Katharine Johnson, Mary
Jackson, Dorothy Vaughn y centenares como ellas. Fueron olvidadas, con el paso
de los años, de la misma forma que el breve periodo en que las mujeres calculaban las trayectorias de despegue y aterrizaje programando ordenadores. Al igual que Mercurio 13, las “Aprendizas de Astronauta” en los
años sesenta, todas pilotos, todas realizando las mismas pruebas que los
hombres. Cuando las jubilaron, todas desaparecieron, todo el mundo las olvidó.
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Fuente: pinterest |
Creemos que las
recordamos pero se nos dice una y otra vez, en Internet, que a las mujeres no
les gustan las matemáticas, que no son buenas en ciencias. Ese mismo Internet,
que se supone va a preservar nuestra historia, nos dice que no existimos.
Mary Jane Seacole fue una
enfermera jamaicana que daba cuidados de enfermería a los heridos en los campos
de batalla de la Guerra de Crimea, al igual que Florence Nightingale. La
Hermana Rosetta Tharpe fue la madre del Rock and Roll. Sophia Duleep Singh fue
una importante sufragista de Reino Unido. Todas ellas están en la Wikipedia,
pero no puedes buscarlas a no ser que recuerdes sus nombres.
Las mujeres que
trabajaron en la fábrica de guitarras Gibson durante la Segunda Guerra Mundial
fueron deliberadamente eliminadas, su existencia fue enérgicamente negada, a
pesar de que existe como evidencia una olvidada foto de grupo que, aun hoy en
día, la compañía afirma que nunca existió.
Jackie Mitchell, de
diecisiete años de edad, eliminó a Babe Ruth y Lou Gehrig en un partido en 1931.
Su contrato fue declarado nulo de forma inmediata por la comisión de baseball. Porque claro, el deporte era demasiado extenuante para ella.
En 1994, le preguntaron a
Gregory Corso “¿Dónde están las mujeres de la Generación Beat?” A lo que
respondió “Había mujeres, estaban allí, las conocí, sus familias las internaron
en asilos, recibieron terapia de electroshock.” Algunas de ellas sobrevivieron,
como Diane di Prima y Hettie Jones.
La quema de libros atrae
demasiada atención. En la fantasía y ciencia ficción, en los cómics, en los
fandoms, todo el mundo ha estado ahí siempre, pero hemos ido desapareciendo una
y otra vez. De casualidad, nos encontramos con nosotras mismas en libros, revistas y fanzines de tinta medio borrada, fotos granuladas en blanco y negro,
películas de 16 milímetros, archivos de páginas web abandonadas en GeoCities.
Eso nos hace recordar que estamos aquí, estuvieron aquí, yo las vi, y las
conocí.
Tenemos que exhumar esas historias
enterradas. Como “Rejected Princesses” de Jason Porath, quien registra las
mujeres de la historia que son demasiado increíbles, poco convencionales o imponentes para ser animadas. O la serie de entradas de blog “Expanded Course in the History of Black Science
Fiction” de Nisi Shawl. O la entrada de blog de Melinda Lo, destacando personajes
LGBTQ en Young Adult. O la cuenta de Twitter @medievalpoc, que comparte información sobre las personas de color en la
historia del arte Europea. Como Eric Leif Devin en su libro “Partners
in Wonder: Women and the Birth of Science Fiction.” Como el
libro de Cari Beauchamp “Without Lying Down” que trata sobre guionistas, directoras y productoras de los
primeros años de Hollywood. Como los libros de Catherine Lundoff sobre la historia
LGBT en la fantasía y la ciencia ficción. Como los artículos de Saladin Ahmed
sobre los primeros años de la historia de los cómics o el artículo de Jaime Lee
Moyer sobre la eliminación de las primeras científicas de la historia. Como
todos los bibliotecarios, investigadores, escritores, archivistas, y fans que
han trabajado para desenterrar el pasado para que podamos tener una oportunidad
de encontrar el futuro. Tenemos que seguir avanzando hacia ese futuro del
género de fantasía. Como los nominados que han sido votados este año a los
Premios Mundiales de Fantasía, como todas las demás novelas e historias cortas
que el año pasado expandieron un poco más lejos los límites, o los llevaron tan lejos como se
pudo.
Tenemos que romper las
barreras, una y otra vez, tantas veces como sea necesario, hasta que no queden más
barreras y podamos ver el futuro que nuestra historia secreta nos prometió.»
Nota de la autora: me gustaría agradecer a
Kate Eliot la lectura del borrador preliminar, por su ayuda, inspiración y
ánimo.
Nota del la editora: El discurso del comienzo de
la entrega de premios de Martha Wells fue producido en la Convención Mundial de
Fantasía el 5 de noviembre de 2017 y ha sido reproducido con el permiso de la
autora. Algunas ediciones menores han sido realizadas y algunos enlaces se han
añadido al texto original para aportar contexto y claridad.
Nota de la traducción: nada de lo
anteriormente citado me pertenece. Ha sido traducido con
permiso de la autora y he manteniendo los enlaces aportados en la página de Tor, aunque
cambiando a la versión española cuando fuera posible. Lo único que me
pertenece es la traducción, que puede ser citada siempre que se nombre la fuente
y mi autoría.
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